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Quantum

 

A Alejandro Conteras

 

¿Bangkok, Sri-Lanka, Bombay, New York, Bogotá? ¿Dónde estás? ¿Cómo eres? ¿Qué haces? ¿Me buscas? ¿Me buscas? ¿Existes? O te imagino. Seguro eres un sueño. Un sueño que he soñado cinco veces. ¿O… seis? Tal vez siete. Eso no importa. Lo que importa es el sueño. ¿Y qué sueño era? ¿Lo recuerdas? Me parece haberle oído decir al viento que también lo habías soñado tú. Me pregunto entonces: ¿seremos un holograma soñado por alguien más? De ser así, quiero pensar que somos el sueño de un niño, que fantasea con que dos enamorados se encuentran sin buscarse. Que se conocen sin haberse visto. Ha de ser por eso, que el otro día que llegué a casa tarde en la noche y me recosté en la hamaca, parecía como si hubiésemos ido al café de la quinta a beber una cerveza y a fumar unos cuantos cigarros. Recuerda que reímos hasta aturdir a todos y cantaste esas canciones que solo tú y yo sabemos. Y volvimos a reír. Y nada nos importó. Ahora comprendo por qué no viniste a casa conmigo; tenías que regresar del sueño del niño a tu propio sueño, de lo contrario hubieses quedado atrapado en el encanto que dibujaba la noche. Y fue mejor así, porque al siguiente día volvimos a estar juntos cerca de ese pájaro verde que anunciaba cada cinco minutos qué hora era y alegre, anunció la llegada de Wilde y de Cortázar al valle de crisantemos que plantaste para mí.

 

¿Y si no somos el sueño de un niño? ¿Qué somos entones? ¿Quién eres? ¿Será posible que seas el chico que conocí el otro día en la red? Cabello negro largo. Ojos bermellón. Sonrisa contagiosa. Lentes grandes. Manos abiertas… insospechado destino. Espera, espera, cómo sé todo eso, si pensándolo bien, no recuerdo haber conocido a nadie en internet. Es más, no tengo internet. Sr. Freud, ¿dónde estás? Estoy enloqueciendo. No comprendo nada pero siento que te conozco. Sé que te conozco.

 

Decidí caminar todo el día. Recorrer la vereda y pensar. En ti. En mí [en sol]. En los dos. Quiero pensar que eres real y no un daguerrotipo. Veo a mi propia sombra conversar con el asfalto. Mis soledades bajo palabra se posan sobre el florido jazmín y lloran. Por qué sentiré esta nostalgia infinita en la ausencia de mis besos si ni siquiera sé quién eres o cómo eres.

 

Apareces y desapareces como las olas en el mar del verano. Y me basta con mirar el mundo para comprender tu cielo. Para saberte allá, en algún paraíso perdido. En alguna dimensión de lo desconocido por los hombres. He de cerrar los ojos para verte de nuevo. Para juntar bocas-almas hasta el cafetín de la quinta y no llegar tarde a la matiné. ¿Vendrás esta noche verdad? La mesita aguarda con dos copas. Ya no importa si eres fantasía o realidad. Importa que mi puerto espera tu llegada y mi sueño sueña con volver a soñarte una noche más.

 

El teléfono suena. ¿Eres tú?

Por Anna Mantilla

Edición n.º 18, 15 de eptiembre de 2015

Ilustración de Víctor Hugo

Fotografía digital y dibujo

35 x 25 cm

2015

 

Víctor Hugo, nacido en Popayán, estudiante de noveno semestre del programa de artes plásticas de la Universidad del Cauca, ha participado en distintas muestras artísticas individuales y colectivas.

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