La loca de la canela
Huélalo, no sea cobarde. Huela mi sudor que con mi lengua es que transpiro.
No, el bigote está bien. Las barbas se me sacuden con la cola y mis pulgas no me entienden. Saltan. Saltar. Sal. Negro sombrero de terciopelo y mechones donde
me reflejo como harapos al sol. Mechones largos y olorosos como los colores del alba. Hace frío esta mañana y no encuentro donde comer. Salgamos a pasear y,
si tenemos éxito, las necesidades llegarán. Qué bello el sol que alumbra a los oscuros. Qué triste es el pasar del tiempo para los oficinistas, tecleando y tomando café, chismoseando y bostezando. Yo, muevo la cola y me consienten, ladro
y me ponen atención o, por lo menos, me chitean. En las iglesias no me quieren
y eso no me preocupa. En los hospitales se muere la gente y ni me doy por enterado. Me es peligroso andar por las calles y orinar en cualquier lado.
Hay mucho peligro en llantas.
El amor es para mí efímero, como la llegada y salida de mi amo, mi amor, me amo. Me lamo las verijas y transpiro con mi lengua. Se han puesto a pensar que mi sudor es mi asepsia. Soy alguien interesante pero me ignoran en todos lados, pero para eso ladro y meo. Marco territorios en los recuerdos de mis antepasados humanos. Fui muchos perros, fui machos. No me preocupa la comida, siempre hay quien me la brinde, para eso sirven nuestros ojos penetrantes y lengua roja. Me paro en dos patas. Aquí va la onomatopeya jadeante. Guaf. Guau. Aproximándome. La paz de mí, la paz humana, la paz animal está demarcada por la razón que nos castiga. Le ladro a las llantas, guaf guaf guaf. Le ladro a los desconocidos, guau guau guau.
Entre más miro hacia el cielo, menos entiendo a los pájaros. Tanta libertad
los enceguece. Un campo, con su olor a jazmín y su sabor a canela no se
parecen en nada a la sangre que se vierte sobre los pájaros que ahogados van,
en bancadas oblongas. Bajo, bajo, bajo. Ahora mis días se aceleran por los
paseos continuos. El viejo pensionado me trata bien pero extraño a mi antigua compañera, la loca de la canela.
Jack Scheek. Patojo de nacimiento. Melómano por pasión. Lector por necesidad. Diletante por antonomasia. Estudió Ingeniería Agroindustrial en la Universidad del Cauca. Actualmente podemos apreciar su primera pu-blicación La ciudad que nunca descansa (2014), novela ganadora del Premio Nacional de Arte Universitario 2013.
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Por Jack Scheek
Edición n.º 25, 25 de mayo de 2016
Ilustración de Mariam Karbassi
Tinta china sobre papel
Mariam Karbassi hace ilustración. Y escultura. También le hace al diseño, pero le da terror que le llamen diseñadora. Su estudio es itinerante. Pasa sus días con Lona y Lobo.
Ver en: www.mariamkarbassi.com
E-mail: mariamkarbassi@gmail.com