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Infames féminas

 

La rapidez de nuestra vida moderna, la revolución sexual y la manifestación de una vida fuera de los cánones tuvo su punto y lo tiene en nosotros, idílicos, danzantes y pasionales humanos del siglo veintiuno. Dionisio vive en nosotros y todos los días rendimos honor a él. Lo hacemos, creemos que lo hacemos y nos convencemos de que lo hacemos.

 

No hay que juzgar un libro por su portada, aunque éste puede ser coqueto. Estamos en una época en la que tener hijos y casarse es un negocio muerto y terrible.Tenemos cine 3D y el discurso de ver películas ya uno sabe que es para follar o para inventarse una cita. Las mujeres no lloran, son duras, mandan y también se mantienen solas. Bueno, me gusta que las cosas se den una revolcada magistral y terminen sin pies ni cabeza.

 

La comedia convertida en argumento político, como bien debería ser, la representa el emblemático Jean-Luc Godard poniendo todo de cabeza y dejando un campo de desconcierto. Sí, encontrar el deseo de ser madre en un formato que es la ruptura y la revolución a lo anteriormente establecido le rompe a uno las pestañas. Bueno, no deja de ser bello, no deja de ser poético, no deja de inspirar. Y esto es porque, precisamente, Une femme est une femme lo invita a uno a mirar de cerca la comedia en que se convierte ese deseo de ser madre y la actitud infantil de defender una postura.

 

Cuántas veces no se vuelve uno terco solo por llevarle la contraria a otra persona, y no se da uno cuenta. Finalmente alguien gana y sale una conclusión, o el bebé, como en el caso de la sensual Ángela y su amado Emile. Me pone a pensar que, de todas maneras, la revolución tiene tintes de tradicionalismo y convive también con esa cuadriculada manera de vivir. Claro, si lo miramos en un espectro temporal mucho más amplio, primero estaba la libertad sexual y toda esta cuestión, y la ruptura ocurrió en el medioevo, que se empezó a romper de nuevo con el regreso a lo antiguo –o clásico, o lo que quieran–.

 

Desconozco si Godard quiso expresar eso pero, sin importar eso, el deseo, el amor, la pasión, el placer, siempre dan vueltas en un salón con luces cómicas y trágicas de color rojo Ángela y de azul Emile. La importancia de la portada de un libro para agredir a alguien es algo que nos enseña esta pieza que mueve fibras e inspira no a ser madre, pero sí a lograr, sin importar las tretas, un cometido del pensamiento. A no amarrar el deseo, a no callar el placer, a intensificar el color del cielo cuando todo es raro en distintas frecuencias y, más aún, a no desfallecer cuando una conversación se interpone con una bella chanson française.

Por Julián Pérez Lizcano

Septiembre 8, 2013

Imágenes tomadas de la película de Jean-Luc Godard.

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