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Incapacidad

Una sobre otra, otra más que hace el paso imposible; el paso, mis pasos. Por la acera desfilan espíritus y cada vez que no los saludo mis pies se hacen más pesados; en mi pecho intentan explotar los pulmones y me fatigo con facilidad. Un hombre en una tienda me mira con simpatía: su rostro se transforma progresivamente con el fruncir de su seño, se arrugan sus labios, es una bestia temible. El sol va escondiéndose tras las calles empinadas dejando halos de calentura sin lugar en el asfalto helado.

 

Me miran y sonríen, me juzgan. Falacias sobre la forma que tengo golpean mis extremidades; rasgan mi piel. Los espíritus me atraviesan, acarician mis arterias y volteamos a mirarnos después para poder relucir mi silencio. No puedo más con ellas, no soporto el peso de las sonrisas aplastándome el cráneo. Es un cráneo débil y vagabundo. Es un cráneo que se oculta detrás de una mirada iridiscente, la cual se resquebraja con cada alma que pasa destilando el hedor de una vida en el absurdo.

 

Las paredes las veo grises, como una niebla sin matices que esfuma el horizonte que debería vislumbrar más allá de las montañas; solo gris. Al atardecer se congela el tiempo y solo se mueven almas que no comprendo, que no conecto y no me perciben. Busco un teléfono público y llamo. ¿Aló? ¿Qué quiere? Solo quiero hablar. Pues hable ya. ¿Podemos encontrarnos? ¿Para qué? Para hablar. Me está haciendo perder tiempo, Luis, y usted sabe que no estoy para aguantarme más sus cintas. No es una cinta, Ana, es cierto. Vaya a terapia, yo no puedo más con esto. Pi pi pi. El infinito existe, Ana, se esconde entre la córnea y la pupila, ahí es donde se siente el frío, ahí es donde arde, ahí se oculta el verdadero foco de este universo, es ahí donde están los sueños, es justo ahí donde me desespero y no soporto. Ya puedo colgar con alivio.

 

Fuera de la cabina están todos ellos, analizando con minucia mis movimientos. Cruzan por todas partes y me miran con desprecio, con furia, los abandono. No puedo más, Ana, soy finito, me rindo: la eternidad no está hecha para mí.

Por Julián Pérez Lizcano

Edición n.º 22, 25 de enero de 2016

Julián Pérez Lizcano. Estudiante de último semestre de Comunicación Social en la Universidad del Cauca. Es corrector de estilo en el Sello Editorial UC, ha publicado algunos artículos en distintos medios y gusta de la fotografía de paisaje, los viajes y las bibliotecas.

 

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Ilustración de Felipe Novoa

Tintas y edición digital

 

Diseñador gráfico bogotano con un interés primordial por la ilustración y la fotografía. En sus imágenes se pueden observar algunas influencias de la gráfica urbana, el humor, el gore, y otras veces algo de sensibilidad y sencillez.


Contacto: Behance, Facebook 

Instagram: @felipenovoaart

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