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El último café

 

Llegas al café de siempre y te sientas en tu rincón, donde todas las mañanas bebes un par de tazas de café y comes de vez en cuando un pastel; trabajabas en la computadora, ese lugar es tu oficina, libre de presión, jefes o malos colegas. Trabajas solo, ¿en qué? Nadie lo sabe. Esta mañana no es distinta en tu rutina, salvo por unos detalles, tu piel esta pálida y unas ojeras que indican de que tu noche no había sido muy buena.

 

Enciendes el computador, y quedas un instante inmóvil, dudas. Una gota de sudor te cae por la sien. Estas nervioso, pero a pesar de ello, empiezas con el trabajo. El mesero se acerca y pides tu acostumbrado café, simulando tranquilidad. Vuelves al trabajo. Te sientes abrumado, pero para eso te contratan, aunque esta vez es distinto. Mil veces peor. Esta vez no espiarás a nadie, no robarás alguna contraseña ni alterarás ningún registro estatal. ¿Cómo disimular el terror de sentir que tienes la vida de millones de personas en tan solo unos golpes de teclado? ¿En unas líneas en la pantalla de tu computador?

 

Llega el mesero con el café y comenta brevemente sobre los escándalos del presidente que se filtraron ayer en la tarde. Le miras con sorpresa, no tengo ni idea, le mientes, ocultando saber que ese era el trabajo que otro de tus contactos realizaba, tal vez en otro café como este, en la misma situación.

 

Miras brevemente a la calle y todos parecen felices en sus vidas, frente al café hay oficinas y un colegio, todo parece normal en sus vidas, todos ignoran que viven bajo un escenario de teatro, donde la obra principal se ejecuta detrás del telón.

 

Vuelves a la pantalla, ojeas de nuevo el folder que te fue confiado e inicias, como autómata a teclear líneas de texto, no debes sentir nada. Terminas. Tomas un respiro e intentas no llorar, a pesar del poco afecto hacia la gente, lo que has hecho, bien merece un mar de lágrimas. Cierras tu computadora, pagas y te vas del lugar, mientras miles de vidas se han ido del mundo, ondulantes como el vapor de tu taza de café aún caliente. Condenados desde que le diste al botón Enter. Tu corazón aun palpita ante el horror y la monstruosidad que puede haber debajo de un teclado y una pantalla.

 

Caminas como un ente, sin rumbo entre las calles, tu culpa te lleva a la cima de una torre, por fin te desahogas y sueltas el llanto, lloras como nunca lo habías hecho desde que eras un bebe. Te dejas caer, mientras las ultimas noticias anuncian tu obra… muerte y guerra han cubierto al mundo.

Por Carlos Guzmán

Edición n.º 23, 25 de febrero de 2016

Carlos Guzmán nació el 12 de agosto de 1987 en la ciudad de Popayán, es ingeniero agroindustrial de Universidad del Cauca, músico aficionado y autor primerizo de cuentos cortos.

 

Lea más textos de Carlos Guzmán aquí.

Ilustración de Alex Solarte.

Rápidografo

 


Él, un ser polifacético que ve en el arte una forma de vida llena de colores y sensaciones; conllevando con mucha pasión la esencia que lo caracteriza, en donde la ilustración,  el diseño gráfico,  la fotografía y la música llenan de armonía su vida.

 

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