Director: Moshe Mizrahi

Año de producción: 1973

Género: Drama

Duración: 110 minutos

Música: Dov Seltzer

Reparto: Gila Almagor, Chaim Banai, Michal Bat-Adam, Rolf Brin, Ariel Forman

 

La vida de una familia judía sefardí proveniente de Egipto comienza de cero en la tan anhelada Tel Aviv del año 1947. Encontrándose en miras a convertirse en el Estado de Israel y sometida aún bajo el mandato británico, esta Palestina les ha recibido con grandes dificultades sociopolíticas y económicas. Sami, el peter pan de la historia, desahoga la impotencia que le causa su penosa situación familiar en los libros que puede, con mucha  dificultad, sacar sin permiso de la biblioteca. Su vasto bagaje en letras y su conocimiento de lenguas aprendidas desde casa y en la olvidada escuela de Alejandría, han cautivado a Sonia, una joven  rusa que le sobrepasa en 10 años, quien ha llegado a establecerse en la futura Israel y trabaja como encargada en la biblioteca.

 

La casa en la calle Chelouche es una oda a las lenguas diaspóricas y semíticas. Es una mirada que relata con simpleza las vicisitudes de una sociedad en rebelión, el intento por la adaptación sociocultural de todas las familias judías que llegaron a establecerse y a luchar fervientemente, tal vez con resignación, tal vez con esperanza, por la construcción de una vida familiar digna en una época post holocáustica.

 

Una educación cinematográfica nos puede llevar a comprender, con una mirada alejada y casi opuesta a los medios convencionales de comunicación, los conflictos de medio oriente. Sería admirable que el cine colombiano pudiera inyectarnos un poco más de eso, y que sea cada vez más la asistencia al cine con miras a la reconstrucción de una memoria colectiva, y que la televisión aprenda de esto, que sean cada vez menos las novelas que idolatren y recuerden a figuras dañinas en nuestra historia, y que comiencen a contar historias que nos alimenten y paren ya de intoxicarnos. 

Por Marcela Álvarez

Edición n.º 19, 15 de octubre de 2015