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A escondidas

 

Era tal el silencio de aquella noche que pude escuchar sus pasos suaves, acompasados, el leve sonido de sus pies descalzos y callosos apenas rozando el rocío sobre la grava. Sus aspiraciones roncas y profundas seguidas de un soplo prolongado, me hicieron sentir el olor de su tabaco. Permanecí inmóvil, apenas respirando. Pensé que, ante tal silencio, quizá podría escuchar sus pensamientos. Fue una noche como ninguna otra, aparentemente inerte, expectante. Con los tímpanos atentos a la más mínima vibración y el corazón casi detenido y ansioso, pude esbozar su recorrido en un complejo mapa mental en el que los vagos recuerdos, los colores, los olores y las texturas le daban luz a tan misteriosa presencia, como una araña trazando hilos en un espacio sin tiempo.

 

Sus pensamientos permanecieron esquivos durante un tiempo, pero si algo tiene la soledad es tiempo para no esperar nada y la nada sabe hacerse esperar. Pero esto era un algo y hace mucho tiempo un algo no se había acercado tanto. Noté que sus movimientos se volvieron progresivamente más lentos hasta detenerse, según mis cálculos, bajo un enorme samán anciano y de repente, como si cada hoja del árbol multiplicara la potencia y la velocidad del sonido, escuché, como si estuviera a mi lado, un efluvio de sonidos irreconocibles, una repentina tormenta aturdiendo hasta la punta de los pelos. El terror se apoderó de todo mi cuerpo y me di cuenta que ese olor a tabaco y ese andar acompasado que creía tan familiar no correspondía a la abrumadora melancolía que arrastraba el silencio de aquella extraña noche.

 

Con el terror llegó la parálisis, el desconcierto y el hastío. La extraña y familiar presencia que dibujé en mi mente como esa constelación de luces que ves con los ojos cerrados, que son como una mezcla del mundo fuera de los párpados con los líquidos oculares, perdió rápidamente su halo mágico y se convirtió en una sensación nauseabunda. Fue en ese instante cuando el amor por la familiaridad del olor de su tabaco se empezó a tejer con el temor a la extrañeza de las cosas cercanas.

Por Aura Silva

Edición n.º 18, 15 de septiembre de 2015

 Ilustración de Jazminero.
Técnica mixta
21x12 cm

2015

 

Diseñador gráfico en proceso, con traje de ilustrador y antojo de artista plástico. Nació en Cali, Colombia. Actualmente vive y trabaja en Popayán. Dedica su trabajo a la ilustración desde los lenguajes análogos: collage y ensamblaje.

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